En la discusión tributaria se han planteado dos argumentos que sugieren que el impuesto que pagan las empresas es irrelevante.
El primero sostiene que, en un sistema plenamente integrado, al ser los impuestos a la empresa un crédito para los impuestos que pagan los dueños, lo importante sería, para las decisiones de ahorro e inversión, el impuesto personal y no el que afecta a la empresa. Este argumento es válido en el régimen con base devengada que creó la reforma tributaria de 2014-2016, que atribuye proporcionalmente a los dueños el total de utilidades que quedarán afectas a la tasa marginal de cada uno, pudiendo descontar el impuesto pagado por la empresa. No obstante, el hecho de pagar impuesto por el total de utilidades reduce los fondos internos disponibles para la reinversión.
Si, por el contrario, la base del impuesto es una percibida, como en el régimen semi-integrado, la impresa tributa por el total de utilidades (27%), pero los dueños sólo por los retiros y cuando decidan efectuarlos. Esta diferencia temporal hace que la tasa pertinente para la inversión y ahorro sea la que recae sobre la utilidad reinvertida por la empresa. Esto es válido aún si el sistema es totalmente integrado, como se anticipa propondrá la modernización tributaria que estudia el actual gobierno.
La evidencia es clara: cuando Chile tuvo bajas tasas para la utilidad reinvertida y plena integración, el ahorro de las empresas y su inversión se elevó sustancialmente. Por lo tanto, no es irrelevante tener una tasa de 27% o 24% (promedio de la OCDE) a nivel de la empresa. La competencia tributaria es determinante para atraer inversión extranjera y evitar que las multinacionales que operan en Chile registren sus utilidades y paguen sus impuestos afuera.
El segundo argumento plantea que la evidencia del efecto del impuesto corporativo sobre inversión y crecimiento es confusa y no concluyente. No obstante, la mayoría de los estudios concluye que sí existen efectos de los impuestos sobre el PIB o su tasa de crecimiento. En el corto plazo, el impacto es sobre la inversión y la demanda agregada, influenciando el nivel del PIB. En el largo plazo, lo pertinente es el efecto sobre la oferta: incentivos a acumular capital físico, contratar trabajo, a innovar e incrementar la productividad. Asimismo, los impuestos a los ingresos personales afectarían la decisión de trabajar y acumular capital humano. Por cierto, en este plazo se debe considerar cuán productivo es el mayor gasto que financia el gobierno al incrementar la carga tributaria. Pero aún con gasto productivo, si se financia con impuestos distorsionadores el efecto neto es levemente negativo para el crecimiento.
Probablemente la evidencia más concluyente es el ranking OCDE sobre el perjuicio de los impuestos. Encabeza la lista el impuesto corporativo, a continuación, a los ingresos personales, y los menos dañinos son los impuestos al consumo y propiedad. En efecto, Chile podría aumentar su PIB en el largo plazo si reduce el impuesto a las empresas, y lo compensa eliminando algunas exenciones al IVA e incrementando impuestos a los males, en particular, al diésel para transporte.